Siempre quise ser piloto, volé mucho de pequeñito hasta que me di cuenta de que para pilotar un F-18 tenía que estudiar mucho y no he sido muy buen estudiante, así que mi padre decidió incorporarme a la empresa familiar. Un día cualquiera a mi hijo le diagnosticaron leucemia y como suele ocurrir en estos casos TODO CAMBIÓ.
Desde entonces aprendí que si su alma desplegó las alas para volar, las mías también podrían abrirse para volar a su lado. Cada día abro los ojos y agradezco a la vida la experiencia que me regaló con la presencia de mi hijo y su enfermedad hasta que se marchó.
Estar 15 años acompañando a l@s peques que llegan al hospital y a sus familiares, dándoles la mano para transitar hacia otra manera de seguir viviendo, ha hecho que pueda sentir que aquello que soñé de pequeñito, hoy es una realidad: “pilotar”.